segunda-feira, junho 30, 2008

na Boega (Vilanova de Cerveira) hai dous dias

Motivos que non venhen ó caso facian necesario que mantivera un perfil baixo no comezo da festa, por eso estou un pouco afastado e a foto saíu rara pero podemos apreciar igual o modelito da urraca, que foi un esplendor, e non houbo pelotas de lle quitar un primeiro plano.


Hai quén quere e quén pode, e a actuación dos fadistas demostra que os de Produccións Limoneiro poden. Pola outra banda, houbo quen o tentou botando unha salve rociera collendo desprevenida á concurrencia e provocando consternación.


Esta mesa era orixinalmente para catro, e tínhamos permiso da noiva para facer o que nos dera a ghana, consecuentemente foron aparescendo os acoplados


A do medio (que fai como que mira para outro lado) sofre dunha patoloxía que lle provoca o desexo de asistir a todo tipo de eventos. Máis tarde (logo das copas e xa no 'dancing club') andaba a escapar dún individuo.

Um comentário:

llll disse...

lin este artigo no blog de Juan Cruz, (http://blogs.elpais.com/juan_cruz/) e dixen, vaia, seguro que lle interesa.


04 julio, 2008 - 08:44
El miedo al otro

Escribo en el silencio de la mañana en Cambridge, Inglaterra, adonde llegué a medianoche, para hacer hoy una entrevista. La compañera que vino conmigo, para la misma entrevista, es norteamericana, nacida en Japón, pero vive en España desde hace muchos años. Tiene pasaporte norteamericano, curtido ya en mil viajes, algunos a Inglaterra, precisamente. Anoche pasó en el control de pasaportes (a extranjeros no comunitarios) las mismas humillaciones que en este país han sufrido todos los extranjeros (incluidos los comunitarios) desde tiempo inmemorial. Los ingleses (al menos los de las aduanas) han desarrollado una prevención con respecto al otro que no sé si es secuela del miedo al otro o rechazo del otro; lo cierto es que, como ocurría a principios de los 70, cuando yo vine por primera vez, a ella le hicieron tantas preguntas (sobre el lugar adonde iba, las compañías que iba a tener, el dinero del que disponía) que estuvo a punto de volver por sus pasos o pedir que la detuvieran para que el cacheo ya pudiera ser perfecto. Es una situación que hoy se repite para los extranjeros (incluidos los norteamericanos, que en su propio país son campeones del cacheo, aunque en esa liga ganan los ingleses) en todo el mundo, y va en aumento. Este miedo al otro, o como se quiera llamar, es uno de los fracasos de la humanidad y es la vergüenza mayor de nuestro tiempo; a veces lo encarnan los policías de la aduana y a veces lo encarnan las leyes, como esa vergonzosa ley europea que ahora nos encierra aun más con respecto a la inmigración. Cuando esta amiga salió del puesto de policía, anoche, me pidió que hoy relatara aquí su anécdota, que forma parte de la categoría atosigante de ser hoy extranjero en cualquier parte. Pero ella ha pasado, yo pasé, y ahora yo estoy sentado ante un espejo (¡por qué demonios hay espejos donde uno escribe en los hoteles!) preparando mi entrevista y aquí son en torno a las ocho menos cuarto de la mañana de un día inglés verdaderamente hermoso. A lo mejor ponen pegas para entrar para que no puedas ver que ellos también tienen días luminosos que quieren sólo para ellos. Es broma: ingleses hay de todas clases (como españoles). Y aquí están, recibiéndote con un día de sol, con yogur, cruasán y té rojo. Y una botella de agua muy fría para despejar la voz.